El proyecto para La Lola consistió en la creación de una identidad visual que evocara tradición, personalidad y una pizca de picardía. Inspirada en la estética popular de los años 50, la protagonista del logotipo —una vaca imitando a Marylin— da el tono gráfico y emocional a toda la marca.
El diseño busca equilibrar la calidez de lo artesanal con un aire retro inconfundible, reflejado en tipografías con volumen, colores tierra y una aplicación coherente en packagings, papeles alimentarios y rótulos. El resultado es una carnicería con alma de clásico contemporáneo, reconocible y con mucho sabor.